La propuesta de Juan Fernández Ruiz “Indio”, sin desdeñar patrones del más identificable rock español, parece enraizar también con algunos de los mejores testimonios del rock sureño norteamericano que encumbraron algunas de las mejores bandas de los ´70 y sus consiguientes continuadores.
Ven, siéntate a mi lado, toma los cascos y escucha. Adéntrate en el lejano oeste, percibe el polvo que se levanta a tu alrededor tras el galopar de cuatro caballos desenfrenados guiados por un pistolero un tanto rudo, Juan Fernández Ruiz “Indio”.
Siente el calor del sol sobre tu piel y gírate sorprendido cada vez que uno de los temas del nuevo EP de Indio se cuele directamente hasta tu tímpano, así, sin pedir permiso, porque eso es lo que este músico lojeño hace: te transporta a un mundo de tabernas que apestan a madera carcomida y a whiskey barato, donde las concubinas tratan de engatusar a viajeros zarrapastrosos que van a dar con sus huesos muy lejos, donde nadie los echa de menos. ¿O es que quizá nunca pertenecieron a ningún lugar, a ningún corazón?
Indio, con su voz ajada y brusca, la cual recuerda nítidamente a las de aquellos atormentados poetas existencialistas que vagaban pluma en mano por las cuestas adoquinadas del barrio parisino de Montmartre , dejándose abrazar por el falso calor de las botellas de absenta, lanza al viento composiciones de una calidad soberbia. Solo él es capaz de lograr que emociones y sentimientos enfrentados durante demasiado tiempo, proclamen un alto el fuego necesario.
Fruto de la madurez que otorga un sinfín de experiencias vividas, y de la ilusión ante todo lo bueno que el destino tiene reservado, el autor de “Automonstruoso”, se abre en canal y muestra sus luces y sombras cabalgando sobre los pentagramas de cada una de sus canciones.
Y ahora en este punto quítate los cascos, sacúdete la arena del hombro, deja a un lado el sombrero de vaquero, y cuéntame: ¿qué piensas del disco? Apuesto a que te va a acompañar cuando pasees o salgas a correr. También mientras cocines tú mejor plato para robar una sonrisa a la persona que amas. Por supuesto, lo hará en tanto que charlas con tu hijo o hija compartiendo un café, o durante más de mil situaciones diferentes.
Es lo que pasa con las grandes canciones, que van poco a poco tejiendo la banda sonora de tu vida sin que te des cuenta. Ya sabes, Aracne y Euterpe haciendo de las suyas una vez más.
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